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La consecuencia: entramos en un ciclo de búsqueda
       compulsiva de estímulos, confundiendo la conexión
       digital con conexión emocional. La neurociencia lo
     llama “intermitent reinforcement”, y es lo mismo que
             usan los casinos para mantenerte jugando.
   Si tu felicidad depende del sonido de una notificación,
                    no eres libre… eres programado.

       Amígdala hiperactiva: más ansiedad, menos enfoque
       El cerebro humano no evolucionó para procesar 500
    mensajes, 50 correos y 100 titulares de noticias en un
    mismo día. La sobreexposición de información activa la

     amígdala —el centro de gestión del miedo y la alerta—
     generando estrés crónico, ansiedad y fatiga mental.
    En el trabajo, esto se traduce en menor productividad;
       en lo personal, en relaciones superficiales que se
     sostienen más por “mantener la racha de mensajes” que
                  por conversaciones significativas.
     Si todo el día consumes información pero no recuerdas
         lo esencial, tu cerebro no está conectado: está
                                    saturado.

               Conexión social vs. conexión cerebral
     El cerebro libera oxitocina cuando sentimos cercanía
     real: un abrazo, una risa compartida, una mirada. Sin
       embargo, la hiperconexión digital apenas genera un
          reflejo de esa experiencia. El resultado: más
                  seguidores, menos intimidad real.


   La paradoja es que, aunque hablamos con más gente que nunca,
      cada vez nos sentimos más solos. Y la soledad, según la
    neurociencia, puede ser tan dañina para la salud como fumar
                            15 cigarrillos al día.
     No confundas “cantidad de contactos” con “calidad de
                                    vínculos”.
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