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Amós 4:7–9 menciona una serie de desastres naturales como fuertes
lluvias, sequías y pandemias como instrumentos de advertencia: “No
mandé la lluvia cuando faltaban tres meses para la cosecha; hice
llover sobre una ciudad mientras en otra no llovía”. Este pasaje nos
muestra que los fenómenos naturales pueden verse como señales que
invitan a reflexionar y a tomar conciencia de cuánto dependemos de
la tierra y del equilibrio que debemos mantener con ella.
Lucas 21:25 se dice: “Habrá señales en el sol, en la luna y las
estrellas, y en la tierra los pueblos estarán llenos de angustia,
aterrados por el estruendo del mar embravecido”, lo que
actualmente se puede ver en el aumento del nivel del océano, las
tormentas más fuertes y los fenómenos costeros extremos que los
científicos están registrando. Estos cambios están afectando a
millones de personas que viven cerca del mar, sobre todo en zonas
vulnerables.
Apocalipsis 16:8 nos da una visión simbólica del colapso ambiental: “El
cuarto ángel derramó su copa sobre el sol y su calor comenzó a
quemar a la gente” y aunque estas imágenes son teológicas, hoy se
pueden entender como una forma de hablar de la desertificación, los
incendios forestales y las olas de calor extremo que estamos viendo
en distintas partes del mundo.
En pocas palabras, la Biblia no solo nos habla de Dios y la fe, sino
también de cómo nos relacionamos con la Tierra ya que los desastres
naturales no son solo castigos divinos, sino señales que nos llaman a
pensar en cómo estamos cuidando el planeta. A través de los pasajes
bíblicos, se nos recuerda que proteger la naturaleza es parte de nuestra
responsabilidad y que, si actuamos con conciencia, todavía hay
oportunidad de arreglar el daño y vivir en equilibrio con la Tierra y con
lo divino.

