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Desde mi espacio




           Vivir para dejar


                      huella




                       MEE. Ignacio Chávez Melgoza


   Hace algunos años leí El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl.
   En  sus  páginas  descubrí  una  enseñanza  que  me  marcó  profundamente:
   aun  en  medio  del  sufrimiento  más  extremo,  el  ser  humano  puede
   encontrar un propósito que le dé razones para seguir adelante. Frankl,
   desde  su  experiencia  en  los  campos  de  concentración,  muestra  que  la

   búsqueda  de  sentido  no  es  un  lujo  intelectual,  sino  una  necesidad
   existencial. Vivir sin propósito es, de algún modo, empezar a morir.



















    Recientemente asistí a una misa por la muerte de un conocido. Durante
    la ceremonia, me preguntaba cuál habría sido el sentido de su vida, si en
    algún  momento  reflexionó  sobre  su  propia  existencia  y  encontró  ese
    propósito del que Frankl habla. Al final, un familiar tomó la palabra y solo
    dijo que, cuando eran niños, él los hacía reír mucho, que siempre estaba
    alegre, que era alguien gracioso. Mientras lo escuchaba, pensé en lo vacío
    que sonaba ese mensaje: cómo, a veces, resumimos una vida entera en un

    par de frases que, aunque sinceras, no alcanzan a expresar el verdadero
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